ACERCA DE MIS VISITAS

        Mientras se hacía mucho ruido, no quise entrar en una discusión tan enrarecida. Pero, por otra parte, creo que algo debo compartir
      1) Con respecto a los pedidos de informe de los representantes nacionales, no tengo nada que decir: ellos preguntan lo que quieren y les informarán los que deben hacerlo. Son los mecanismos del Estado.

           2) Con respecto a mis visitas a algunas instituciones de enseñanza, creo que se hizo un mar de una cañada.
a) En primer lugar, no  hay que asustarse con el número de visitas: dado el ritmo de las giras de este obispo, es posible que visite la misma institución una vez en 10 años y lo más probable es que nunca vuelva a pasar.  El hecho no da para alarmarse: ni yo,  ni los alumnos y probablemente ni los directores nos encontraremos en ese tipo de visita más de una vez en la vida.
b) Segundo: he avisado a través de los canales normales y he hablado directamente con quien corresponde.
c) He tenido una grata experiencia en las instituciones de enseñanza, de conducción pública o privada, que me recibieron de distintas formas, según lo consideraron los directores.  Ha sido enriquecedor para mí y creo que también para los otros. Formamos parte de una sociedad integrada y diversa. Es bueno oír y ser oído.
Además todos tratamos con las mismas realidades, procurando ayudar. En algunos medios,  sobre todo en los más vulnerables, la comunidad católica tiene diversos servicios dirigidos a la promoción de las personas, que frecuentemente son también estudiantes de los centros. Es común que haya complementación de servicios y de visiones.
Por todo esto quiero agradecer públicamente esos encuentros civilizados, entre gente que piensa libremente, en una sociedad plural, que reconoce distintas pertenencias.

     3) No es éste el momento de plantear una discusión acerca de la laicidad y sus interpretaciones. Pero me permito recordar que no es un dogma de fe.  Es natural que los cristianos aceptemos dogmas revelados,  pero estos marcos de interpretación – como el llamado principio de laicidad permiten distintas formas de aplicación, de variación en el tiempo.

Por si a alguien le interesa, recuerdo que, cuando se dio la discusión parlamentaria acerca de la cruz del Papa, escribí sobre el tema (Alberto Sanguinetti Montero, Amor, verdad y gratuidad, Buenos Aires 1997, p.279-318, cap.11, Religión y laicidad a fines del siglo XX).

Sé muy bien  que hay distintas interpretaciones, incluso encontradas con lo que yo pienso. Sé también que para algunos es un caballito de batalla, para excluir a grupos de la vida social y pública. Pero al menos hay que tener la sinceridad de aceptar la discrepancia.
En los hechos la ley de educación dice que la enseñanza está abierta a todas las ideas y creencias. 
Aunque no sea políticamente correcto, pienso que no estaría fuera de lugar que, si alguna vez visitara una institución un gran rabino, éste diera una charla sobre judaísmo y le hicieran preguntas: los alumnos pueden pensar y alguna vez oír de creencias directamente del que las tiene y no de quienes se oponen. Hace muchos años, no siendo obispo, me invitaron a hacer una presentación sobre la cultura medieval para un instituto de formación docente: los estudiantes quedaron muy contentos, aprendieron mucho – incluida la profesora de literatura que no era creyente y me invitó –; también era patente la poca y errada información que tenían.
Pero nadie se asuste: en estos días no fui invitado a dar charlas sobre catolicismo a los alumnos. Conversé francamente con adultos responsables de instituciones.
      4)  Algunos creyeron encontrar en este obispo al mismo demonio, porque dicen que soy un duro crítico de José Pedro Varela. Más allá de que lo sea  o no, critiqué que solamente haya que repetir lo que dijo Varela, como si fuera palabra sagrada. Porque – creo – se puede evolucionar y pensar distinto.
    5) Si bien no es nuevo, no deja de ser curioso que quienes se dicen no creyentes, ateos o agnósticos, pretendan dictaminar lo que es una religión. La religión – dicen algunos – es un hecho del ámbito privado.
Perdón, lo será según su concepción. ¿Acaso se aceptaría decirle a un marxista que su pensamiento es del ámbito privado y no puede presentarlo en ningún nivel de enseñanza?
La Iglesia cristiana, que se cree fundada por Jesucristo, aun cuando era chica, minoritaria y segregada en medio del Imperio, siempre se supo un pueblo, orgánico y público,  no la reunión de un grupo intimista.  Obedecía a las autoridades y rezaba por ellas, pero se presentaba como cuerpo social y no aceptaba quemar incienso ante la figura de los emperadores.

Abramos la cancha, que saldremos todos ganando, en especial las nuevas generaciones, que ya tienen verdaderos problemas, no la visita de este servidor.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares

Carta a los sacerdotes por Domingo del Buen Pastor

Mi despedida como Obispo de Canelones